Dedicado a todos los compañeros que, de algún modo, están contribuyendo con sus aportaciones a despejar la incógnita o, al menos, intentarlo.
Hoy se cumplen 70 años.
El anciano fenómeno Ovni ya es un venerable anciano que, a su
edad –perfectamente disimulada, pues sabemos de buena tinta que el tipo tiene
muchos, muchos más años– aún sabe, muy bien, cómo guardar un secreto.
Literalmente miles de estudiosos, escritores, reporteros,
periodistas, divulgadores y analistas han intentado leer entre líneas el
mensaje encriptado que guardan las arrugas de este venerable anciano. Se han
dedicado en total millones –sí, millones– de horas de trabajo, de esfuerzo, de
viajes, de entrevistas… las cámaras los han captado; los radares también.
Pero este viejo, tan tozudo y engreído, se niega en rotundo a
entregarnos su misterioso legado.
Es huidizo; no le agrada mostrarse ante grandes multitudes
–aunque, en ocasiones, haya paseado sus luminosas canas ante las narices de
miles de personas– y, sin embargo, le encanta que lo vean, que lo admiren, que
lo teman y respeten; y que civiles, militares, reyes, ministros, campesinos,
labradores, pilotos, conductores, niños e incluso animales se maravillen ante
sus imposibles evoluciones que, a pesar de su avanzada edad, aún desafían al
mejor de nuestros mundanos atletas.
Dibujo de Kenneth Arnold, tras su avistamiento Ovni
Nos enseña Física, Matemática, Geología, Biología, Fotografía,
Informática, Fisiología, Genética… todos sus esfuerzos son pocos a la hora de
hacernos seguir sus huellas y desafiarnos para que logremos alcanzarle. ¡Menudo
viejo! Porque, ante todo, también es un bromista consumado. Se carcajea ante nosotros
cuando nos damos cuenta de que ninguna de esas disciplinas logra arrancarle su
dichoso secreto. Le encanta la disciplina del absurdo, la base de lo
incoherente, el desafío a nuestro razocinio.
En su nombre –se dice– se han producido extrañas sanaciones,
pero también ha generado repentinas enfermedades e, incluso, muertes incomprensibles.
¡Cuidado, que éste no es un viejo cualquiera!
Creemos que le conocemos, pero en realidad él demuestra tener
muchísimo más conocimiento acerca de nosotros, de nuestra forma de pensar, de nuestro
modo de razonar, de nuestras costumbres, de nuestra cultura y de nuestra
civilización.
Nos enseña humildad; nos grita en silencio: ¡Tenéis que ser mucho más humildes! Pero él, sin embargo, no lo es
en absoluto.
Pero sobre todo, lo que aún se empeña en demostrarnos, es que
aún no sabemos nada.
¿Qué nos deparan los próximos 70 años?
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